Viajes

Saturno en colectivo

18/9. I. 7 a.m.

Después de más de treinta horas el tren llega a Santo Tomé.

Del cielo gris lechoso cae una llovizna finita o una bruma espesa. Todo gotea. Vamos quedando pocos.

Recuerdo que anoche, en plena madrugada, como en un sueño, el tren se quedó parado en el medio de la oscuridad durante horas. Alguien pasó con una linterna apuntando hacia el techo del vagón y dijo algo así como que se activó el freno de mano por error y       tenemos que esperar a que cargue de nuevo…

A los costados veo pasar plantaciones de pinos, vagones volcados oxidándose junto a las vías, eucaliptos, palmeras, lapachos florecidos, latas. Alambrados por kilómetros. Los cebúes se quedan mirando mientras sus crías corren asustadas hacia el interior del bosque.

Pienso en Saturno comiéndose a sus hijos y en cómo abrazo mis juguetes con pasión hasta reventarlos. Pienso también uf qué paz, ya no me siento agradecido por nada. Y enseguida el Bigote de Nietzsche, desde la mochila, se ríe de mí y me llama, “la fatalidad en pijama”.

 

II

Alrededor de las 9 de la mañana el tren llega a Apóstoles. El tramo de vías que falta hasta Posadas quedó bajo el agua por la represa de Yacyretá. Dos colectivos nos esperan. Casi dos horas más y finalmente bajo en Posadas, cerca del centro. Pregunto por una pensión. Quisiera bañarme, dormir, pero Posadas me resulta caro. Decido hacer un último esfuerzo y cruzar a Encarnación, Paraguay, seguro que es más barato y más interesante. El centro de Posadas se ve demasiado limpito y ordenado para mi gusto.

Camino hacia la costanera. La vieja estación del tren ahora convertida en centro cultural y museo. Los vidrios brillan y las puertas están cerradas. Hay una locomotora en el frente a modo de estatua. Es domingo.

Sobre el paseo de la costanera unos carteles van diciendo cuánto tarda en degradarse el plástico, el vidrio, etc. Y debajo un tachito de color. Curiosa forma de preocuparse por el medio ambiente. Por un lado los tachitos tan pitucos y por otro lado

La Dioxina de Monsanto- tristemente célebre por ser conocida como Agente Naranja- sustancia usada en Vietnam que se sigue utilizando en Misiones en las plantaciones de tabaco, a pesar de que conoce su alto grado de toxicidad.

Camino hacia la aduana al pie del puente internacional. Pregunto a una pareja si voy en la dirección correcta. Señor y señora con su perro de raza y pinta de jubilados. Hace cinco meses que vinieron a vivir a Posadas y están EN-CAN–TA-DOS, son de La Plata. Hablamos un par de palabras. El señor está muy contento con la nueva costanera. “La verdad que es impresionante, da gusto verlos trabajar…” dice refiriéndose a las grandes máquinas que están terminando la última parte de la obra. Me callo la boca y sigo mi camino. Gente convencida de que el progreso es poner cemento y asfalto sobre la tierra y las plantas. La construcción del embalse de la represa causó el desplazamiento de más de 80.000 ciudadanos argentinos y paraguayos, alterando el estilo de vida de más de tres generaciones de personas. Miles de casas fueron demolidas y sus habitantes que solían vivir cerca del río fueron trasladados a más de 10 kilómetros del mismo. Ya no hay peces, se destruyó el hábitat de miles de especies de flora y fauna. Pero esto no parece preocuparle al buen señor, para él, da gusto verlos trabajar y seguro que se enoja mucho si ve que alguien tira un papelito en el suelo…

En migraciones me atiende una mujer con bigote y mala cara, o mala cara y bigote. Siempre me ponen incómodo las oficinas de migración, me bloquean, sé que soy criminal y tengo que disimularlo. Me pregunta hasta dónde voy y le contesto hasta Concordia. Se me queda mirando, y yo sé que en algo me equivoqué, vengo confundiendo Concordia y Encarnación en mi mente, y ahora, frente a la señora seria que mira mi cedula federal, la palabra Encarnación no encarna en mi memoria. Le pido disculpas, que estoy cansado, voy al otro lado… ¿A dónde voy? Si ahí, a Encarnación, eso. Ah, dice, como si fuera muy importante saber a dónde voy. Me mira feo feo. Concluye diciendo: bueno, ya tiene hecha la salida de Argentina.

Ahora viene la aduana. Un tipo bonachón mira por encima las cosas que llevo en la mochila chica. Le digo que soy fotógrafo, si hace falta que declare la cámara. La mira y dice no, si es usada no, y enseguida manotea el libro mientras me pregunta qué estoy leyendo. Tiene un aire medio aniñado a pesar de su uniforme verde. ah¡ Nietzsche!, dice asombrado y lee el título en voz alta. El viajero y su sombra… Detrás de él un policía observa la escena sin meter bocado. Es domingo, hay sol y la gente hace cola en sus coches esperando que les den el ok para cruzar. Yo estudié 2 años filosofía, agrega el gendarme con aire de Mr Bean, pero tuve que dejar…. Me pregunta de dónde soy y casi me da un abrazo de despedida.   

A diez metros está la parada de colectivo. Le digo al chofer si me puede dejar en el centro, cerca de algún hotel barato. Sólo un par de personas viajan conmigo. En la frontera de Paraguay no recuerdo si el colectivo frenó o entramos directamente, la cuestión es que no hago papeleo alguno, ninguna autoridad me pide nada, miro todo desde la ventanilla hasta que bajo enfrente de la terminal de colectivos de Encarnación.

Desde atrás de una reja veo la sala de espera vacía, la luz interior se ve cálida, afuera está nublado y oscuro a pesar de que son algo así como las dos de la tarde. Toco timbre. A un costado y debajo de un techo de chapas, hay una silla de ruedas también vacía. Nadie atiende. Alcanzo a leer 80.000 guaraníes la habitación simple, miro la silla de ruedas nuevamente y sé que no es mi lugar.

Giro en la esquina y me meto en el Hotel Itaupá. 50.000 guaraníes y acá me planto, casi $60. Habitación 52, segundo piso. Una especie de gallinero con techo transparente por donde entra la luz, tres pisos y pulmón central, me hace acordar a un hotel de Bangkok. Ese aire tropical. Respetando las normas de convivencia del hotel adquirimos el sagrado derecho de ser respetados. Gente religiosa pienso, se nota en cómo te dicen las cosas, me divierto fácil. Al lado otro cartel: Señor Cliente: la Administración no se hace responsable por los objetos no declarados, dañados o extraviados dentro del Hotel. Las sutilezas del lenguaje, o sea, cuidado con las mucamas, se acabó lo sagrado, llegó la propiedad privada. Empieza a llover otra vez. Me doy un baño caliente y duermo una siesta. Estoy molido.