19/9
I
Sigue lloviendo.
Por momentos se hace una pausa
Que no dura más que un rato,
Y vuelta con esa lluvia finita y terca.
Camino arriba y abajo por las calles de Encarnación.
Se me van empastando las zapatillas
Con el barro rojo y pegajoso.
Me acerco a la costanera. Es un gran espacio pelado. Con la tierra roja mojada por la lluvia. Sólo dos grandes construcciones y el resto un gran vacío. Un silo y un molino harinero. Una lancha vieja de metal oxidado Varada sobre la tierra. Cintas de asfalto aisladas. Algunos cordones de vereda. Postes de luz torcidos. La construcción se ve más retrasada que el lado de Posadas. Sus faroles me parecen demasiado modernos. Pretenciosos, prendidos a las cinco de la tarde.
Un espacio devastado con franjas de asfalto. Aquí y allá entre el barro.
El obrador vacío salvo por dos tipos que me miran pasar
sin nada que hacer, ni ellos ni yo.
Detrás se ve el río Paraná
Y los edificios de Posadas.
II
Camino hacia lo que llaman
el “circuito nuevo” o algo así,
en la entrada de la ciudad.
A cada rato me tengo que esconder
debajo de algún toldo por la lluvia.
La gente me mira pasar. Soy un extraño.
Un tipo levanta la cortina metálica
De un local y mientras me voy acercando
Sale con una manguera y se pone a echar agua
sobre la vereda cubierta con un toldo metálico.
Un cuadrado de 5 calles de lado.
Es temprano.
Los negocios recién empiezan a abrir.
Unos empleados están al costado de un negocio todavía cerrado. Se van juntando. Supongo que esperan a que abra. Desayunan parados en la vereda. Sacan cosas de sus bolsos: algo envuelto en un papel, algo térmico, tazas blancas. Charlan. Se cuentan cosas y me miran pasar.
III
Almuerzo unas sardinas en lata
con pan en la habitación del hotel
y duermo una siesta.